Tamaulipas, un estado que ha demostrado resiliencia ante la adversidad, ahora también debe lidiar con el turismo de funcionarios públicos que solo vienen a posar para la foto.
Así quedó en evidencia en dos recientes visitas: la de la Coordinadora Nacional de Protección Civil, Laura Velázquez Alzúa, y la de la secretaria de Turismo federal, Josefina Rodríguez Zamora.
En medio de la contingencia por la tormenta tropical Barry, cuando miles de familias del sur del estado perdieron sus pertenencias bajo el agua, la llegada de Laura Velázquez resultó un agravio. Vino con las manos vacías, sin un solo apoyo adicional para la gente que dormía entre el miedo.
Eso sí, comió bien, lejos de las fondas y sin pasar penurias. Vino a Tamaulipas no a coordinar, sino a protagonizar un acto innecesario, y bueno, ni hablar de Eliseo Malacara Castillo, director de Atención de Emergencias, que dejó una estela de de enojo y desilusión entre los empleados municipales de la región por su conducta prepotente, déspota, arrogante y estulta, al querer pisotear a los tamaulipecos, por eso, y más, la visita de Laura Velázquez Alzúa, no aportó nada a la estrategia que ya llevaban con precisión el gobierno del estado y los municipios afectados, respaldados por la Secretaría de Marina, la Sedena y la Guardia Nacional.
Pero la frivolidad no terminó ahí. Apenas días después, la secretaria de Turismo federal también llegó a Tampico, donde se instaló el Consejo Consultivo Estatal de Turismo. Josefina Rodríguez Zamora no ofreció ni una propuesta seria ni recursos.
Perdida entre papeles y discursos, incapaz de dirigirse correctamente a las autoridades locales, propuso a los palaperos y vendedores de elotes que se conviertan en guías turísticos. Es decir, trasladó la responsabilidad a quienes, todos los días, con calor y trabajo duro se ganan la vida.
Es evidente que la funcionaria federal desconoce el terreno que pisa. El sur de Tamaulipas, con su emblemático binomio Tampico-Miramar, está asfixiado por problemas estructurales graves: accesos viales en deplorable estado, como la carretera Tampico-Valles, amenazada por bloqueos recurrentes en El Moralillo, y la vía Tuxpan-Tampico, un desastre lunar plagado de baches.
Ni hablar de la ausencia de infraestructura hidráulica suficiente; aquí, los hoteles se ven obligados a esconder sus deficiencias sanitarias.
De nada sirven los discursos sobre el turismo de reuniones, ni las menciones al Mundial 2026, si la región sigue bajo estas condiciones que a más de seis años de la 4T, tampoco han mejorado.
En lugar de venir a hablar de circuitos turísticos y turismo de precisión, los funcionarios federales deberían traer consigo recursos concretos y proyectos serios. Pero prefieren el paseo, la comodidad del hotel, las comidas caras y las fotos con sonrisas fingidas.
Hoy, el Consejo Consultivo Estatal de Turismo toma protesta y presume un nuevo comienzo. Ojalá no termine siendo otro órgano que simula mientras los turistas siguen esperando acciones reales. Porque de discursos ya estamos hartos.
En la intimidad… Nada que reclamar al gobierno del estado y los municipios en la atención a la emergencia por Barry. Quizás, sí, un poco más de agilidad en la distribución de la ayuda humanitaria habría sido deseable, pero los esfuerzos han sido palpables.
Los reclamos ciudadanos siempre existirán, porque la necesidad es mucha y los recursos limitados, pero al menos hoy puede afirmarse que hubo coordinación, diálogo y presencia real en las zonas afectadas.
El trabajo conjunto entre los gobiernos estatal y municipales fue evidente. La participación de la Sedena, Marina, Guardia Nacional y Protección Civil del estado permitió evitar mayores desgracias, contener los daños y mantener a salvo a la población.
Lo que sigue será más difícil es el tema de reconstruir lo perdido, y la atención de fondo porque la pobreza quedó expuesta, pero, al menos en esta ocasión, hubo capacidad de respuesta. Aquí no hubo paseos, hubo trabajo. Y eso, en estos tiempos, no es poca cosa.
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