Apodaca, N.L.- Denilson solo quería jugar. Como cada tarde, se encontraba afuera de su casa acompañado de su abuelito José, de 50 años. Entre risas y pequeñas carreras, nada hacía presagiar que el silencio de la calle sería interrumpido por el sonido seco de las balas.
Un grupo de hombres armados llegó sin previo aviso. Iban por alguien más, pero la violencia no entiende de errores ni perdona inocencias. Comenzaron a disparar contra don José, a quien confundieron con un vecino presuntamente vinculado con personas del crimen organizado. En un acto de amor desesperado, el abuelo trató de proteger a su nieto con su propio cuerpo. Pero ya era tarde.
Denilson murió ahí, a unos pasos de su hogar, sin entender por qué. Tenía apenas unos años de vida. Sus padres lo recuerdan como un niño alegre, valiente, fanático de Spiderman. Ayer, con un ataúd pequeño y flores que no bastaban para cubrir el dolor, lo despidieron en silencio.
“Me quitaron la mitad de mi vida… a mi superhéroe, a mi único niño… me dejaron sin la mitad de mi corazón y con el temor de que nunca se haga justicia”, lamentó su madre, rota por el miedo.
Don José permanece hospitalizado, con seis impactos de bala. Con voz débil, alcanzó a decir: “Hubiera dado todo por ser yo quien estuviera en esa caja. Dios sabe que lo intenté… Perdóname, mi niño… ahora daré mi vida para que se te haga justicia”.
Las autoridades no han emitido información oficial. La familia teme denunciar, pues los responsables serían parte de un grupo del crimen organizado.
En Apodaca, una casa quedó en silencio. Y en la tierra, un niño dejó de jugar.