En un país presidencialista como el nuestro, el titular del Poder Ejecutivo Federal marca tendencias, impone modas, señala estilos y establece parámetros en muchos aspectos de la política y de la vida cotidiana. El estilo personal de gobernar, de ser y actuar, de los presidentes mexicanos, es imitado por miles de colaboradores, simpatizantes, malquerientes y ciudadanos ordinarios o simples, y con esto me refiero a la gente buena que se dedica a trabajar, producir y cuidar a su familia, sin involucrarse en el gobierno o en la política.
El corte de pelo, con el copete de Peña Nieto; el atuendo, con la guayabera de Echeverria y la chamarra acolchada color “burgundy” de Peña Nieto; los trajes coordinados de Miguel de la Madrid, muy apreciado por los judiciales de los años ochenta, son ejemplos simples de esa capacidad que tienen los presidentes para marcar tendencia en la moda, en el habla, en el comportamiento y en muchos otros aspectos de la vida pública o incluso privada.
Esa propensión a imitar al presidente, la vemos también en la actualidad, con López Obrador y el tipo de relación que lleva con la prensa, estableciendo un modelo que han querido imitar los personajes que se encumbraron en el 2018, montados en la ola del obradorismo.
Lo digo por los textos y videos que circulan en redes sociales, “patrocinados” por la oficina de prensa del gobierno de Tamaulipas y de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, en los que “etiquetan” a varios periodistas, – entre los que mencionan mi nombre e incluyen una fotografía en la que aparezco “un poco bigotón, pero es mai picchur”, como decía El Piporro -, acusándonos de ser periodistas al servicio de Francisco N (Cabeza de Vaca) y/ o del Memillo Mendoza, rector de la ache universidad de Tamaulipas.
Al igual que el presidente, los políticos y burócratas autóctonos aplican una lógica muy simple, en la que ellos son los buenos, y el resto son los malos, con diversas etiquetas, siendo la de “conservador” la que traen de moda.
En el territorio del Nuevo Santander, a los villanos se nos aplica el calificativo despectivo de vaquistas, franciscanos, panistas, cabecistas, cabezones o algo por el estilo. En mi caso, agradezco que en el video de más reciente circulación, me hayan subido tres niveles en el organigrama de las plumas al servicio de Cabeza de Vaca. Debo reconocer que el audiovisual al que me refiero esta bien hecho, se nota la excelente producción, a la que solo le faltó agregar el logo o marca de agua de la oficina de Paco Cuellar y el de la UAT, y los créditos para el acosador Marco Batarse.
La mezcla de los asuntos tratados, y la defensa que hacen del Tio Batarse, son pistas inconfundibles para saber quien ordenó ese video, que por supuesto no cancela, ni borra, ni logra que prescriba, la demanda por acoso sexual contra el secretario de Administración de la UAT, Marco Batarse, cuyo expediente se mantiene convenientemente “traspapelado” y olvidado en algún cajón de la Fiscalía.