Fue el Subsecretario de Gobierno, Ricardo «El Negro» Gamundi, quien operó la caída del rector Jesús Lavin Santos del Prado y la llegada del reynosense Jesús María «Chema» Leal al máximo cargo de la Universidad Autónoma de Tamaulipas.
El Geño Hernández era muy dado a disfrutar de la vida, a gozar de los placeres y privilegios que ofrece el poder – rodadas en motocicleta, torneos de pesca, cabalgatas, torneos de golf y otras actividades similares de ocio, eran las que ocupaban gran parte de su tiempo -, pero se dejaba ayudar y tenía colaboradores muy eficientes y funcionales a sus necesidades, siendo el Negro Gamundi uno de estos funcionarios que resolvía lo que se le indicaba.
El recuerdo lo traigo a colación ahora que el gobernador Américo Villarreal Anaya no ha podido «convencer» al Memillo Mendoza de que ya no se requieren sus servicios al frente de la UAT, en estos momentos en los que su presencia en la rectoría es un recordatorio permanente de la debilidad de este gobierno, que a cinco meses de existencia, sigue acotado por la ruta y compromisos que le marcó el antecesor Cabeza de Vaca.
Los defensores del Memillo Mendoza podrán hacer mención de la autonomía universitaria e intentarnos convencer de que el ascenso a la rectoría del cuentachiles del ex rector Ettiene y de la Galga Suárez, obedece a procesos políticos, académicos (jeje) y administrativos, exclusivamente universitarios, más lo cierto es que el Memillo Mendoza se encaramó al sillón de rector, por obra y gracia de la clicka que saqueó la universidad en el tiempo, y en beneficio, de la Vaca Salvatrucha.
La actitud del gobernador en relación a la universidad, me recuerda el chiste de la monjita que conoció a una dama de la vida alegre, cuando ésta se ofreció a llevarla al convento en su carro deportivo, lujoso y de modelo muy reciente. En el transcurso del viaje, la religiosa se enteró que la hermosa joven, que vestía prendas carísimas, «de marca» y a la moda, conseguía todos esos lujos como contraprestación a las «atenciones» que le dispensaba a sus benefactores.
Enterada de todo lo que se podía conseguir de lo que hoy llaman «Sugar Daddy», la monjita respondió airada a los discretos llamados a la puerta de su habitación que, como en muchas otras ocasiones, le hizo el padre Juan, en estos términos: «a chin… su madre con sus chocolatitos».
Dos espacios en el organigrama de la rectoría, son los chocolatitos que le dieron al gobernador y tal vez, más adelante, el reconocimiento por su respeto irrestricto a la autonomía universitaria, una autonomía de ficción, una idea que jamás ha sido realidad, detrás de la cual se escudan los emisarios del pasado para aferrarse al cargo.
Si no han podido hacer eso, -retirar al Memillo Mendoza de la rectoría-, que tiene el aliciente de representar un gran botín económico y un sólido filón político, que esperanzas tenemos de que arreglen otros asuntos que no son lucrativos.
Ahí les dejo una propuesta: déjense ayudar y traigan al Negro Gamundi, que «haiga sido como haiga sido», supo cumplir las indicaciones de su jefe, entregando resultados y no pretextos, ni chocolatitos.