El que no la conozca, que la compre

Consigna la expresión popular «el que no la conozca, que la compre», y esa frase le acomoda perfectamente a la candidata del revoltijo PAN, PRI y PRD al Senado, Imelda San Miguel.

Antes de expresar mis argumentos para sustentar que la frase anterior, esa que condiciona el desconocimiento de la neolaredense, para brindarle la confianza, y el voto, debo aclarar que utilizo un dicho del dominio popular, una expresión que no implica, de mi parte, que yo suponga que la señorita San Miguel sea un objeto, una cosa que pueda comprarse, y por lo tanto venderse.

Hago las aclaraciones pertinentes porque la neolaredense tiene la costumbre de interpretar las críticas a su actuación como candidata, política, diputada y servidor público, como un asunto de género, como un abuso de quién se atreve a señalarle sus errores, sus excesos o su diferencia de opinión, por su condición de mujer, evadiendo de manera conveniente (solo para ella) asumir la responsabilidad de sus actos.

Afirmo que quien no la conoce, que la compre, porque solo ignorando su actuación autoritaria, abusiva, arbitraria, mañosa, y grosera, como diputada local, se puede confiar en ella para darle el voto que la lleve al Senado de la república.

Solo quien no conoce los reiterados recesos que decretó cuando fungió como presidenta del Congreso local, para recibir instrucciones de personas ajenas al Poder legislativo del Estado, puede creer que exhibir la subordinación política que implican esas pausas en el trabajo legislativo, representan una agresión por su condición de mujer y no una crítica directa a su persona por su incapacidad o por su decisión de atender indicaciones de terceros.

Solo quien no conoce que acusó al diputado Armando Zertuche por violencia política de género, luego de un debate en el que las declaraciones más subidas de tono fueron precisamente las de Imelda San Miguel, puede creerle a la candidata de la corriente de la Vaca Salvatrucha cuando afirma que desea debatir con sus contendientes.

Imelda San Miguel no sabe debatir, sabe leer las líneas que le preparan sus asesores y aderezarlas con amenazas y frases motivacionales. Y sabe también «tirarse al piso» para acusar a sus críticos y contendientes de violencia política de género.

Si usted no la conoce, ¡cómprela!. Disfrute de sus discursos motivacionales. Ignoré el daño que le hicieron al Estado los de la pandilla de la Vaca Salvatrucha. Ignore el trato de papel sanitario que le dieron a las Leyes del Estado, al reglamento interno del Congreso. Olvide que fueron ellos, los diputados panistas, los que le regalaron un año de gobierno al desaforado Francisco N. Olvide que fueron los panistas los que nos obligaron a pagar las placas vehiculares el año anterior. Olvide que fueron esos diputados panistas los que encubrieron el saqueo de recursos públicos al aprobar las Cuentas Públicas del Estado, municipios y entidades autónomas. Ignore que reiteradamente reformaron a conveniencia diversas leyes para quedarse con el negocio de las comapas, para colocar incondicionales al frente del poder judicial, para empoderar a un fiscal que les cubre la retirada a los panistas, para comprometer recursos públicos por periodos mayores a su gestión, para arrebatar los órganos de dirección del Congreso, para despojar de recursos y atribuciones al Congreso, cuando ellos ya no gobiernan, para restar facultades al gobernador (en los bueyes de mi compadre), para violar el reglamento en la integración de la diputación permanente.

Ignore usted también el abuso de poder que implica intervenir en el juicio de desafuero, sin consultar a los miembros del Congreso .

Todo eso y más es lo que ha hecho la diputada Imelda San Miguel, la misma que hoy pide el voto de los tamaulipecos para representarlos en el Senado de la República.

Es su deseo tener un escaño junto al hermano lelo.

Usted sabrá si le otorga su voto.