La descendencia monárquica de México

En 1865, cuando Maximiliano y Carlota se convencieron de que nunca tendrían hijos decidieron adoptar a los dos nietos varones del emperador Agustín de Iturbide: el príncipe Agustín de Iturbide Green, de 3 años, y al príncipe Salvador de Iturbide Marzán, de 16 años, como presuntos herederos al trono.

Cuando fracasó el Segundo Imperio, el príncipe Agustín se reunió con su madre, la norteamericana Alice Green, quien lo llevó a EUA, donde estudió en la Universidad de Georgetown y en la Academia Militar Woolwich de Inglaterra. En 1888, regresó a México y Porfirio Díaz lo nombró teniente del ejército mexicano, pero Agustín cometió el error de expresar en público algunas críticas contra el gobierno de Díaz, por lo cual se fue condenado a un año de cárcel y luego desterrado a EUA donde trabajó de profesor de español y francés en la Universidad de Georgetown. En 1915 contrajo nupcias con Mary Louise Kearney y murió en 1925 sin tener descendencia. Fue sepultado en Filadelfia, Estados Unidos, junto con su familia.

Su primo, el príncipe Salvador de Iturbide Marzán, fue llevado a Europa, donde fue protegido por el emperador Francisco José de Austria-Hungría. Ahí se casó con la baronesa Gisela Mikos de Taródhaza, con quien tuvo tres hijas: María Josefa, María Gisela y María Teresa. Murió en 1895. Está sepultado en Venecia, Italia.

Su hija mayor, la princesa María Josefa, se casó con el barón Juan Nepomuceno Tunkl von Auschbrunn und Hohenstadt, con quien tuvo dos hijas: María Ana y Gisela Tunkl-Iturbide. La princesa María Josefa y su marido murieron asesinados en un campo de concentración comunista en Rumania, en 1949.

Su hija, la princesa Gisela, se casó con el conde Gustavo von Götzen, con quien tuvo un hijo llamado Maximiliano Götzen-Iturbide, nacido en 1944, quien actualmente reside en Australia, como Jefe de la Casa Imperial Mexicana, en compañía de su esposa, Ana María von Franceschi, y sus dos hijos: Fernando Götzen-Iturbide, nacido en 1992, y Emanuela Götzen-Iturbide, nacido en 1998. Esta familia se considera a sí misma como la legítima heredera al trono imperial mexicano.