Hasta hace relativamente poco, la única forma que existía para estudiar a Júpiter era examinarlo desde lejos, ya fuera desde el telescopio espacial Hubble de la NASA (que orbita alrededor de nuestro planeta) o desde otros telescopios ubicados en tierra. Dichos instrumentos ayudaron a precisar numerosos detalles sobre la Gran Mancha Roja, una enorme tormenta de forma ovalada ubicada en el hemisferio sur de Júpiter que, según estimaciones, podría haber surgido hace más de 300 años y se caracteriza por una fuerte rotación anticiclónica que hace que las nubes que la conforman giren en sentido contrario a las agujas del reloj.
El diámetro de la tormenta es de más de 16.000 kilómetros de ancho, lo bastante grande como para englobar el diámetro completo de la Tierra. Sin embargo, los científicos solo contaban con suposiciones sobre su posible profundidad.
Ahora, con ayuda de la sonda espacial Juno de la NASA (que orbita a Júpiter y ha pasado en varias ocasiones por encima de la tormenta) los investigadores calcularon su rango en entre 300 y 500 kilómetros de profundidad.
Para averiguar qué tan profunda era la Gran Mancha Roja, Juno tuvo que medir su campo gravitacional. La tormenta es tan grande que la sonda espacial pudo sentir las perturbaciones en la gravedad que esta producía.
Los resultados de estas mediciones constituyen las cifras más exactas hasta la fecha sobre la magnitud de la misteriosa Mancha Roja, pero también generan nuevas preguntas. Por un lado, la tormenta es profunda, pero no tanto como algunas de las corrientes en chorro circundantes, que se extienden hasta 3.000 kilómetros hacia el interior del planeta.