El mundo padece así las consecuencias del aumento desproporcionado de la temperatura del planeta por culpa de la actividad humana. Una realidad mucho más próxima que las igualmente preocupantes imágenes de glaciares derritiéndose y osos polares en crisis de alimentación.
Ante el deficiente esfuerzo humano por controlar el calentamiento del globo, la ciencia no ha podido sino concluir que este tipo de impactos ambientales sólo van a intensificarse en magnitud y frecuencia sin que quede rincón alguno donde evadirlos, tal como presenta el más reciente informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de la ONU.
De acuerdo con este informe, que es una actualización de toda la base científica en la materia, los seres humanos ya han calentado el planeta alrededor de 1.1 grados celsius desde el siglo 19, principalmente por la quema de carbón, petróleo y gas.
Si el ritmo actual continúa sin freno, advierten, el planeta llegará a un calentamiento de 1.5 grados celsius en 2030, una década antes de lo previsto en los cálculos realizados en 2018. Cada grado adicional de temperatura respecto a los niveles preindustriales (1850-1900) conlleva mayores riesgos, comenzando por el aumento acelerado del nivel del mar.
Por otra parte, el cambio climático también impactará en México con mayores sequías, un problema del cual no se habla lo suficiente por ocurrir lenta y progresivamente; «pero el País tiene ciudades que están en zonas que están sufriendo ya importantes sequías», alerta Aragón Durand.
Sobre todo, y por si lo anterior no resultara lo suficientemente preocupante, está proyectado que los ciclones tropicales y tormentas severas sean más extremos en la región del Caribe, Centroamérica y México, refrenda Conde, para quien es necesario que el País tenga un papel muy activo en la próxima Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP26), a celebrarse en noviembre en Glasgow, Escocia.
Sin duda el daño generado por los humanos será considerable, aunque no sólo para éstos, sino para la biodiversidad misma -de la que México también posee una enorme y delicada riqueza-, con la pronosticada extinción de un millón de especies para fin de siglo.