Qué es la sharia que aplicarán los talibanes y cómo afectará a las mujeres afganas

El regreso del gobierno talibán a Afganistán significará la vuelta a la sharía, la interpretación del grupo de la ley religiosa islámica, según declaró el miércoles un alto comandante talibán después de que el grupo militante islamista arrasara el país, expulsando al gobierno respaldado por Estados Unidos. La toma del poder ha desatado el miedo y la especulación sobre el futuro de Afganistán.

“No habrá ningún sistema democrático”, dijo el comandante talibán Waheedullah Hashimi en una entrevista con Reuters. “No vamos a discutir qué tipo de sistema político debemos aplicar en Afganistán porque está claro. Es la sharía y ya está”.

En árabe, sharía deriva de una palabra que significa el camino, o “la senda clara y bien recorrida hacia el agua”. En la práctica, se entiende, interpreta y aplica de forma diferente en todo el mundo, según las distintas tradiciones, contextos culturales y el papel del Islam en el gobierno.

Se trata de un conjunto de normas religiosas que guían la vida cotidiana de los musulmanes, incluidas la oración y el ayuno, y se basa principalmente en el Corán, el libro sagrado del Islam, así como en las palabras y enseñanzas del profeta Mahoma. Líderes, clérigos y practicantes adoptan diversos enfoques de las tradiciones y los precedentes.

La última vez que los talibanes controlaron el país, entre 1996 y 2001, los militantes aplicaron una dura interpretación de la sharía. Obligaban a las mujeres a llevar burka -la prenda que cubre la cara de pies a cabeza- y podían ser golpeadas si se aventuraban a salir solas sin un tutor masculino. Además, se cerraron las escuelas para niñas y las personas que infringían las normas de los talibanes podían ser ejecutadas públicamente, azotadas o apedreadas.

El portavoz de los talibanes, Zabihullah Mujahid, dijo a los periodistas a principios de esta semana que los talibanes respetarían los derechos de las mujeres dentro de las normas de la ley islámica, pero no dio más detalles. También ofreció una vaga promesa de defender la libertad de prensa, condicionándola a que los periodistas no trabajen “contra los valores nacionales”