Se llamaba Sarah. Un día salió de casa de una amiga y desapareció. La última imagen que se tiene de ella proviene de una CCTV, de esas que abundan en Londres. En la foto sale con un cubrebocas, con una chaqueta verde que hace juego con sus zapatillas de colores, como si estuviera esperando la primavera desde ya, y con el celular en su oreja, hablando por última vez en su vida, al parecer con su novio, quien se quedó esperándola. Todos se quedaron esperándola, sus padres, sus hermanos, sus amigos.
Sarah Everard de 33 años desapareció el pasado 3 de marzo aproximadamente a las 9:30 de la noche, en algún punto entre Clapham y Brixton, dos vecindarios vibrantes y bastante conocidos en el sur de Londres. Después de una búsqueda extensa de varios días, se supo el viernes que fue raptada y asesinada. Su cuerpo fue encontrado en una bolsa a 100 km del lugar donde fue vista por última vez.
El caso de Sarah causó conmoción por lo extremadamente raro, violento y poco común en esta ciudad de 8 millones de habitantes. Pero la mayor sorpresa fue cuando se supo que el asesino era un policía, integrante de la prestigiosa policía metropolitana, casado y con dos hijos, y que se encargaba de proteger a diplomáticos y embajadas.
Sarah y su asesino no se conocían, contrario a como ocurre en la mayoría de los casos de violencia extrema de género. La mala suerte hizo que se lo topara en el camino. El policía -lo que hace todo más indignante y absurdo- se valió de su condición y fortaleza de género para raptarla y quitarle la vida.Lo que llamamos en América Latina un feminicidio, de esos que abundan en nuestra región.
Basta ver los números de México para entender la magnitud del horror: 3.700 mujeres asesinadas con violencia, entre feminicidios y homicidios dolosos en 2020, una cifra creciente, la peor de la región. Y unas cifras de impunidad desconsoladoras, con un presidente en el centro de la polémica por no hacer suficiente para evitar la vulneración de los derechos de la mujer.
Ajá, sabemos que los feminicidios en América Latina es el pan nuestro de cada día, y algunos se preguntarán ¿por qué entonces un solo asesinato causa tanta conmoción?
Lo que en un primer momento se pensó que era un evento trágico aislado, raro y poco común está destapando la cruda realidad en Reino Unido, un problema del que poco se habla – o que quizás la misma sociedad se negaba a admitir- y que solo un crimen de esta naturaleza permite ver el problema en toda su magnitud: más acoso y abusos sexuales de lo que se creía.
Atacadas y acosadas
Apenas se supo que habían encontrado los restos de Sarah, miles de mujeres comenzaron a compartir en las redes sociales cómo siempre se han sentido inseguras en las calles. Muchas han comenzado a narrar cómo han sido atacadas y cómo han logrado librarse de sus acosadores. También las columnistas de los principales medios han alzado su voz contando sus terroríficas experiencias. Es el tema de la agenda en estos días y el escándalo ha sido tal que ha reemplazado la exitosa campaña de vacunación que adelanta el país.
No es para menos. Se han publicado cifras que espantan, y aunque no de homicidios, estos números reflejan una realidad que estaba solapada en la llamada capital de Europa. Según reflejan los medios locales 97% de las mujeres de 18 a 24 años han sido acosadas sexualmente a lo largo de su vida. Sin contar que 80% de las mayores de 25 años han experimentado acoso sexual. Entre las cifras publicadas por los medios destaca que dos mujeres a la semana son asesinadas en Inglaterra y Gales por una pareja actual o una expareja, mientras que una de cada cuatro mujeres sufrirá abuso doméstico en algún momento de su vida.
Ahora, la policía está bajo presión: las mujeres están exigiendo acciones más contundentes para combatir la violencia contra ellas.
La indignación es tal que rompiendo todas las reglas del confinamiento y haciendo caso omiso a las advertencias policiales, miles de mujeres salieron este sábado a reclamar las calles. Se acercaron al lugar dónde fue raptada Sarah y comenzaron una vigilia que terminó en un enfrentamiento con la policía, una torpeza que ha sido condenada hasta por el mismo gobierno, y todo en medio del desprestigio que enfrenta la institución policial, que vuelve a estar en el punto de mira al conocerse que el sospechoso de asesinato de Sarah ha sido llevado dos veces al hospital al presentar golpes en la cabeza mientras estaba bajo custodia.
Las muestras de indignación lo han desbordado todo: el diario The Guardian reportó que una convocatoria oficial hecha el viernes para que las personas compartan sus experiencias y opiniones sobre los delitos contra las mujeres ya recibió una extraordinaria cantidad de 20.000 respuestas.
Las manifestaciones de dolor se extendieron a Glasgow, Escocia y muchas personas también se reunieron en los parques de sus vecindarios para guardar 10 minutos de silencio en memoria de Sarah y por la exigencia de mayor protección de las mujeres y niñas.
Tomarán medidas
En medio del alboroto, trascendió que el gobierno trabajará en una ley para reforzar la protección de las mujeres y entre los puntos que se incorporarán es la tipificación del acoso sexual en la calle como delito específico. También hay un paquete de propuestas que presentará la oposición para reforzar el clamor, como mayores sentencias a acosadores y violadores, así como medidas específicas contra los abusos domésticos.
El clamor, ahora sí, parece escucharse, lástima que sea por el asesinato una mujer quecaminaba sola por la calle, en la que se supone es una de las ciudades más seguras del planeta.
La lucha de las mujeres sigue aquí, así como sigue en México -como olvidar la reciente marcha del 8M y todas las que cada semana reclaman por una vida perdida por la violencia de género- una historia que se repite en toda América Latina en medio de una impunidad demoledora. En Chile, mujeres organizadas, que denuncian al violador, han sido blanco de burlas por los que aun no entienden el por qué de esta lucha.
Cómo olvidar que vivimos con miedo solo por nuestra condición de mujer, por nuestro género. Lo que hace falta es que nos oigan y actúen en consecuencia.