Trump y sus amigos recibieron el tratamiento contra el coronavirus que muchos otros no podrían obtener

WASHINGTON — Ben Carson, Chris Christie y Donald J. Trump no son los candidatos más fuertes para vencer al coronavirus: son mayores, en algunos casos con sobrepeso, son varones y su condición física no es precisamente buena. Sin embargo, parece que todos vencieron al COVID-19 por haber recibido un tratamiento de anticuerpos tan escaso que algunos hospitales y estados lo están asignando por sorteo.

Ahora, Rudy Giuliani, el miembro del círculo cercano de Donald Trump que más recientemente contrajo el coronavirus, ha reconocido que recibió al menos dos de los mismos medicamentos que le dieron al presidente. Incluso admitió que su calidad de “celebridad” le ha dado acceso a cuidados que otros no tuvieron.

“Si no fuera yo, honestamente no me habrían internado en un hospital”, le dijo Giuliani, el abogado personal del presidente, a la radioemisora WABC de Nueva York. “En ocasiones, cuando eres una celebridad, se preocupan si algo te sucede, lo analizan con mayor atención y hacen todo bien”.

La revelación abierta de Giuliani pone de manifiesto una vez más que el COVID-19 se ha convertido en una enfermedad de los que tienen y de los que no. El tratamiento que se les ha dado a los aliados de Trump está provocando inquietud entre los especialistas en ética médica mientras que los funcionarios de Estado y los administradores del sistema de salud tienen que tomar decisiones complejas acerca de cuáles pacientes reciben anticuerpos dentro de un régimen que solo puede calificarse como de racionamiento.

“No debimos dejar que Chris Christie y Ben Carson tuvieran acceso (y en el caso de este último, con la intervención del presidente)”, señaló Arthur Caplan, un especialista en ética médica que trabaja con empresas farmacéuticas para decidir cómo racionar los medicamentos escasos, en referencia a la declaración del secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano de que el presidente le “autorizó” el tratamiento. “Esa no es la manera de obtener el respaldo de la población a los difíciles métodos de racionamiento”.

Estos tratamientos —un anticuerpo monoclonal desarrollado por Eli Lilly y un cóctel de dos anticuerpos monoclonales desarrollados por Regeneron— obtuvieron el mes pasado la autorización de uso de emergencia (EUA, por su sigla en inglés) de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés) para pacientes ambulatorios cuya enfermedad va de “leve a moderada” y tienen un alto riesgo de que esta avance y se convierta en una enfermedad grave o de ser hospitalizados.

Dado el aumento de casos, es enorme la cantidad de posibles candidatos.

“Uno de los problemas es que los criterios para la EUA en verdad son tan amplios que la mitad de las personas con COVID-19 podrían ser candidatos, pero es evidente que el suministro no es suficiente”, afirmó Erin Fox, directora farmacéutica sénior del Hospital de la Universidad de Utah, quien ha ayudado a su estado a idear criterios para determinar quiénes son candidatos para recibir los medicamentos. “Por desgracia, eso hace que cada hospital o cada estado desarrolle sus propios criterios de racionamiento”.

Según tres funcionarios sénior del gobierno, incluso algunos altos funcionarios de la FDA —tanto empleados de carrera como asignados políticos— en los últimos meses han manifestado en privado la preocupación de que, al parecer, las personas que tienen contactos en la Casa Blanca están teniendo acceso a los tratamientos con anticuerpos.

Parecía que Giuliani, de 76 años, no sabía sobre los problemas de escasez y les dijo a los entrevistadores que los políticos han llevado el asunto de los cubrebocas y el cierre de empresas demasiado lejos ahora que el COVID-19 es “una enfermedad tratable”.

De hecho, los tratamientos con anticuerpos son tan escasos que las autoridades de Utah han desarrollado un sistema de clasificación para determinar quiénes son las personas más idóneas para recibir los medicamentos, mientras que Colorado está usando un sistema de sorteo. Matthew Wynia, director del Centro de Bioética y Humanidades de la Universidad de Colorado, señaló que dar acceso a los poderosos era, a todas luces, injusto.

“Esa es una de las razones por las que decidimos que lo asignaríamos solo a través del estado y solo mediante este proceso de asignación por sorteo”, comentó, “a fin de que nadie tenga ventajas por tener influencias”.

Además, existen otros factores que complican que muchas personas tampoco obtengan los tratamientos. Las inyecciones deben administrarse en condiciones extrahospitalarias, pero los centros donde se aplican, los cuales también atienden a pacientes con cáncer que se encuentran inmunosuprimidos, están renuentes a recibir personas que tengan alguna enfermedad infecciosa. Y muchas salas de urgencias están tan saturadas que no tienen el espacio suficiente.

En Utah, Fox afirmó que su hospital había enviado la mayor parte del suministro de anticuerpos a hospitales rurales, mismos que contaban con una mayor capacidad. Tanto Fox como Wynia, en Colorado, manifestaron su preocupación de que los tratamientos no se distribuyeran de manera equitativa en términos raciales y étnicos y de que las comunidades minoritarias tan afectadas no recibieran la parte que les corresponde.

La escasez es un problema tan grande que las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina celebrarán una sesión la próxima semana para ayudar a los profesionales médicos a resolver los aspectos del racionamiento.

“Hemos intentado correr la voz para que cuando los pacientes den positivo a la prueba, sepan que pueden ser candidatos al tratamiento, pero eso solo funciona para personas con muchos recursos”, señaló Fox.

Tanto Trump como Christie, su amigo de mucho tiempo y exgobernador de Nueva Jersey, recibieron los anticuerpos antes de que los aprobara la FDA. Caplan, el especialista en ética médica, dijo que no tenía problema con que Trump, de 74 años, recibiera el tratamiento… después de todo, es el presidente, “una persona especial en sí misma”.

No obstante, el acceso de Christie pareció fuera de lo común. A Christie, de 58 años, le ofrecieron participar en un ensayo clínico de Regeneron, pero, según una persona informada sobre su tratamiento, lo rechazó por el temor de recibir un placebo. En cambio, recibió el tratamiento de Eli Lilly. Tiene sobrepeso y asma, por lo que habría sido un buen candidato, señaló Caplan, aunque se preguntaba si otros pacientes en una situación parecida habrían recibido el medicamento.

Carson, de 69 años, recibió el cóctel de Regeneron después de ser aprobado, luego, el mes pasado dijo en Facebook que estaba “gravemente enfermo” de COVID hasta que el presidente intercedió.

“El presidente Trump estuvo al pendiente de mi enfermedad y me dio acceso al tratamiento de anticuerpos monoclonales que a él le habían dado, lo cual estoy seguro de que me salvó la vida”, escribió, y añadió que “debemos dar prioridad a que todos reciban tratamientos y cuidados similares tan pronto como sea posible”.

Se sabe menos del tratamiento de Giuliani. Cuando llamó desde su cama de hospital a ABC Radio, dijo que había recibido dos medicamentos en específico: remdesivir, mismo que fue aprobado por la FDA para el tratamiento contra el COVID-19, y el esteroide dexametasona.

Pero también dijo que le habían dado el mismo “cóctel” de tratamiento que al presidente: “Exactamente el mismo, su médico me envió aquí; él me convenció”, dijo Giuliani refiriéndose al médico de Trump, y añadió: “En cuanto tomé el cóctel ayer, me sentí cien por ciento mejor. Funciona muy rápido, caray”.

El miércoles, el secretario de Salud, Alex Azar, les dijo a los reporteros que, hasta ahora, se han asignado 278.000 dosis de los dos tratamientos. Tan solo el martes, hubo casi esa misma cantidad de casos de coronavirus diagnosticados en Estados Unidos (220.225).

Cuando los organismos estatales y locales determinan qué hospitales o centros médicos deben obtener los medicamentos, estos son enviados por un distribuidor externo. Luego, los proveedores de salud deberán decidir qué hacer con ellos. El martes, Peter Slavin, presidente del Hospital General de Massachusetts, dijo en una entrevista que ahí el acceso a ellos sería por sorteo.

“No será posible que ofrezcamos un tratamiento con ese medicamento a un porcentaje significativo de personas que reúnan los requisitos para recibirlo”, señaló.

This article originally appeared in The New York Times.