Se le llama «silbido de perro» -una palabra o frase en un discurso que es inobjetable en la superficie pero transmite un mensaje codificado a los simpatizantes- por analogía con los sonidos agudos que son perceptibles para los canes pero no para las personas. Richard Nixon se lo usó mucho durante su campaña presidencial en 1968, haciendo referencia a la «ley y el orden» y la «guerra contra las drogas». Ronald Reagan lo llevó a otro nivel en 1976, cuando demonizó a una «reina de la asistencia social» que recaudó de manera fraudulenta 150.000 dólares en beneficios del gobierno, apelando de forma apenas disimulada a los resentimientos raciales y de clase de los votantes blancos hacia los negros.
Según ese estándar, la referencia de Donald Trump a los «buenos genes» de los habitantes de Minnesota, un estado blanco en un 80 por ciento, no fue un silbido de perro. Fue un silbido de tren, plegado en la creencia arraigada del presidente de que algunas personas, especialmente él mismo, simplemente nacen con características superiores a las de los demás.
«Tienen buenos genes, ¿lo saben, ¿verdad?, dijo Trump en un acto de campaña el fin de semana frente a una multitud casi totalmente blanca en Bemidji. «Tienen buenos genes. Mucho tiene que ver con los genes, ¿no es así?, ¿no creen? La teoría del caballo de carreras. ¿Creen que somos tan diferentes? Tienen buenos genes en Minnesota».
La teoría del caballo de carrera es la creencia de que algunos humanos tienen una mejor dote genética que otros, y al criar a dos personas superiores, se obtiene una descendencia superior. La creencia en la eugenesia, la pseudociencia de recortar linajes «inferiores» para aumentar la calidad del acervo genético, es parte de una larga historia racista en Estados Unidos, desde esterilizaciones forzosas hasta investigaciones financiadas por la Institución Carnegie, entre otras fundaciones acaudaladas.
A principios de este mes, salió a la luz la acusación de que un médico en una instalación de ICE estaba realizando histerectomías no deseadas y probablemente innecesarias en mujeres inmigrantes detenidas, lo que les impediría tener más hijos.
«No es solo eugenesia en teoría, sino eugenesia en la práctica», indica Steve Silberman, un historiador cuyo libro NeuroTribes: The Legacy of Autism and the Future of Neurodiversity (Neurotribus: el legado del autismo y el futuro de la neurodiversidad) analiza las teorías de la eugenesia del siglo XX tanto en los Estados Unidos como en la Alemania nazi.
«La alusión de Trump a los ‘buenos genes’ frente a una multitud mayoritariamente blanca en Minnesota no es solo ‘como’ el nazismo, es la teoría eugenésica nazi clásica, que abarca la creencia de que los ‘arios’, como los descendientes de suecos en Minnesota, están destinados a convertirse en la denominada raza superior’, dijo Silberman a Yahoo News.
«Ni siquiera es un sutil silbido de perro; Trump lo está diciendo, directamente, en medio de una pandemia que afecta de manera desproporcionada a las personas de color y a las personas discapacitadas. Las ramificaciones de esto para nuestra sociedad son profundamente escalofriantes y se concretan en el creciente número de muertes por COVID-19 para estas comunidades vulnerables».
Trump ha abrazado durante mucho tiempo la creencia en la eugenesia, afirmando en una entrevista con Playboy en 1990 que es «un firme creyente en los genes». En la película de 2014 «Kings of Kallstadt», un documental sobre los descendientes de un pueblo alemán, Trump dijo: «sabes que estoy orgulloso de tener esa sangre alemana. No hay duda al respecto». En un evento en Mississippi en enero de 2016, expresó: «tengo educación en la Ivy League (universidades de élite), soy un tipo inteligente, tengo buenos genes. Tengo grandes genes y todas esas cosas, en las que creo».
El presidente a menudo cita a un tío paterno que fue profesor en MIT para certificar su propio intelecto superior.
En un documental de PBS de 2016, el biógrafo de Trump, Michael D’Antonio, afirmó que Trump y su padre eran grandes creyentes en el concepto de la reproducción selectiva.
«Esta es una parte muy profunda de la historia de Trump», dijo D’Antonio. «La familia apoya la teoría del caballo de carrera aplicada al desarrollo humano, que creen que hay personas superiores y que si combinas los genes de una mujer superior y un hombre superior, obtienes una descendencia superior».
Ian Haney López, profesor de derecho en la Universidad de California, Berkeley, que ha estudiado la efectividad de los mensajes de silbido de perro, dijo que los comentarios de Trump eran consistentes con las creencias de su padre sobre la ciencia de la raza y un intento de «activar temores y resentimientos arraigados en estereotipos racistas, pero de una manera que le permite a un político negar que eso es lo que está haciendo».
«¿Pero qué queda de negación plausible cuando empiezas a hablar de genes?», indicó López a Yahoo News. «Porque los genes comienzan a conectarse con la eugenesia y la teoría racial nazi. Esa ideología en EEUU perdería apoyo y sería repudiada generalmente, porque ese mismo sistema de pensar en las razas como grupos a los que se les puede y debe controlar la descendencia daría lugar al nazismo y en particular al esfuerzo por exterminar a judíos, gitanos y homosexuales. Que el presidente de voz a esas ideas es profundamente peligroso para el país».
«Tener una audiencia que es abrumadoramente blanca no es ninguna sorpresa», advierte López. «Lo que es impactante es ver la forma en que la retórica que había sido codificada está volviendo a una forma directa de respaldo a la superioridad genética blanca. Trump no dijo ‘superioridad genética blanca’, solo dijo ‘genes’, por lo que todavía hay un ligero encubrimiento».