La pitón birmana del vídeo, filmado en Tailandia, basa su estrategia predadora en la fuerza de sus músculos constrictores. Es un reptil, con un metabolismo muy lento, y jamás podría realizar persecuciones “vertiginosas” durante distancias medias. Por ello, suele cazar valiéndose de la emboscada, ocultándose entre la maleza o dejándose caer desde lo alto de un árbol sobre la sorprendida presa, en este caso un joven ciervo. El mamífero, en cambio, es rápido y ágil, y basa su estrategia defensiva en unos reflejos afinados y unas patas largas y veloces.
Ninguno de los dos animales es mejor o peor que el otro. No hay nada de malvado en el reptil, ni de amable en el mamífero y por tanto no es necesario tomar partido. Si nos desagrada ser espectadores de un acto cinegético entre especies salvajes, lo tenemos tan fácil como cerrar el vídeo y dedicarnos a otra cosa.
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¿Actuó bien el “salvador” del ciervo? Evidentemente no, y de hecho lo único que podría explicar su comportamiento es que estuviera tratando de despejar la carretera para evitar un accidente de circulación. Pero ese no parece ser el caso, ya que al parecer la escena se grabó en el zoológico abierto Khao Kheow, un recinto compartido por varias especies, en el que los visitantes están autorizados a hacer un recorrido estipulado, sin bajar del vehículo.
El vídeo fue grabado y subido a twitter por el usuario @_VineetVashist el pasado 2 de junio, y ya lleva 4,7 millones de reproducciones (además de casi 10.000 likes), pero como en anteriores ocasiones, lo más interesante no es la grabación en sí, sino el debate que parece haber desatado en las redes sociales.
Muchos “desinformados” lectores, alaban el comportamiento del heroico conductor, por haber salvado al gamo, mientras que las críticas más feroces vienen de los ecólogos y animalistas, que observan como una vez más, los humanos nos pasamos “por el arco del triunfo” el principio de no intervención en la naturaleza.
Y es que todo el mundo está de acuerdo en que “a nivel planetario” la intervención de los humanos en el medioambiente debería ser nula. Apuesto a que todos los que han aplaudido el comportamiento del humano redentor, admitirán sin ningún género de duda, que no interferir en los grandes espacios sería la mejor manera de respetar la integridad, estabilidad y belleza de las especies y ecosistemas que conforman la naturaleza.
Pero por alguna razón, cuando descendemos “a nivel local” la cosa cambia. Así, si un “feo” reptil (símbolo demoníaco para las tres religiones abrahámicas) captura una presa que le permitirá subsistir sin cazar durante varias semanas, hay quien se siente obligado a tomar partido. Especialmente si al otro lado de la pelea hay un “tierno e indefenso” Bambi. ¡Cuánto daño ha hecho esa película de Disney!
En fin, no es la primera vez que vemos algo así, hace unos meses mi compañero Javier Peláez se hacía eco en este mismo blog de las discusiones surgidas entre los pro-presas y pro-depredadores, a raíz del vídeo del ataque de unos leones a una jirafa. Apuesto a que no será la última vez que denunciaremos estos comportamientos.
Y es que parece que seguimos teniendo dificultades en comprender que la naturaleza no es cruel, tal y como nos advirtió Dawkins, sino que cuenta con mecanismos perfectamente ajustados para sustentarse… hasta que aparece un humano y lo estropea. ¡Si Darwin levantara la cabeza!