Nadie experimenta en cabeza ajena, dice el dicho, y algunos que tienen la suya obstinada en ciertas ideas o creencias en ocasiones se topan con la durísima realidad. Experimentar en carne propia, en esos casos, es lo que finalmente logra que las personas recapaciten.
Eso es lo que le habría sucedido a Brian Hitchens, un chofer de automóvil compartido residente en Florida, de acuerdo al relato de la televisora NBC News.
Hitchens insistió durante un tiempo que “el coronavirus es una crisis falsa”, que no creía que se tratara “de un virus real” e incluso pensó que todo lo relacionado a la epidemia había sido sacado de toda proporción y no era serio.
“Pensé que era quizá el gobierno intentando algo, era como ese tipo de cosas que te lanzan para distraernos”, comentó Hitchens según la televisora WPTV. Y añadió que el uso de mascarillas y guantes “lucía a histeria”.
Pero como él mismo contó en un post en Facebook, la realidad le llegó de golpe y él tuvo que rectificar sus ideas.
Narró que hace varias semanas comenzó a sentirse enfermo y tuvo que dejar de trabajar y quedarse en casa. Unos días después su esposa también comenzó a sentirse mal. Al final, y no sin renuencia de su parte, al sentir que su condición era cada vez peor –“lo único que queríamos hacer era dormir”, contó– ellos acudieron al Centro Médico Palm Beach Gardens, donde se les hizo la prueba y ambos dieron positivo por Covid-19.
Se encontraban en tan mal estado que ambos fueron hospitalizados de inmediato y colocados en terapia intensiva. La condición de su esposa se puso tan grave que tuvo que ser conectada a un ventilador.
Hicthens tuvo mejor suerte y no requirió un ventilador. Poco a poco, cuenta, comenzó a sentirse mejor pero también cayó rudamente en la cuenta de la severidad del Covid-19 pues tras tres semanas hospitalizado él aún sufría neumonía y su esposa seguía sedada, conectada al ventilador y sin dar muestras de mejoría. Incluso comenzó a temer seriamente que ella podría no sobrevivir y pensó, al ser una persona muy religiosa, que un milagro podría salvarla.
En esos momentos él reflexionó sobre sus planteamientos pasados, en los que dijo que el coronavirus era una falsa crisis y externó que “esto no es algo en lo que hay que meterse y por favor escuchen a las autoridades y atiendan el consejo de los expertos”.
Una suerte de remordimiento comenzó a calarle pues Hitchens dijo que “debí haber usado una mascarilla desde el principio pero no lo hice, y quizá estoy pagando el precio de ello ahora” y pidió que su esposa y Dios lo perdonen.
Hitchens ha recapacitado de modo especialmente severo y es de esperar que tanto él como su esposa se recuperen. En ese sentido, que él haya recibido “mensajes desagradables” en los que se le ha dicho que merece morir es condenable, pues lo que es necesario en estos momentos de crisis sanitaria y conmoción general es incrementar la solidaridad, la compasión y la inteligencia.
El ejemplo de Hitchens tiene por ello, con todos sus claroscuros, un valor singular en estos tiempos de crisis de salud pública: muestra que es el dato científico y no el prejuicio, el consejo médico experto y no las conjeturas individuales, lo que ha de marcar la ruta a seguir, tanto para las personas como para las comunidades, en el combate contra la pandemia.