En diciembre de 1998 un paseo extravehicular (EVA) de la misión STS-88, de la NASA, experimentó un percance. El objetivo era fijar dos de los modulos iniciales de la Estación Espacial Internacional, el gran laboratorio situado en la órbita del planeta, pero el astronauta Jerry Ross tuvo un problema con una manta térmica que debía proteger uno de los módulos.
–«Jerry, has perdido una de las mantas térmicas», dijo Bob Cabana.
-«¿Cómo ha hecho eso?»–Preguntó Ross.
–«Jim –Newman– ha visto una cuerda –para enganchar la manta–. Te lo garantizo. ¿Adónde ha ido?».
–«Está fuera de mi… _», contestó Cabana.
–«No me lo puedo creer», dijo Ross, abatido.
La cámara de 70 mm del astronauta Sergei Krikalev inmortalizó la silueta de la manta, rígida, perdiéndose en la profundidad de la órbita. A medida que rotaba, en la oscuridad, fue mostrando unas formas sugerentes y fantasmales. La NASA catalogó este objeto, recién convertido en basura espacial, con el número 025570. Solo unos días después, la manta perdió altura y se desintegró en la atmósfera.
Pero lo que para unos es una manta térmica para otros puede ser una nave espacial interestelar, con un poco de imaginación. Sobre todo porque desde hace 120 años existe una teoría de la conspiración, como las teorías de que la Tierra es plana o que el cambio climático no es real, según la cual en la órbita de la Tierra está acechando una nave alienígena. Esta teoría, que habla de un objeto conocido como «Black Knight», y la interpretación libre de unas fotos de la manta 025570, hicieron el resto.
Los orígenes de «Black Knight»
Según ha dicho en LiveScience James Oberg, antiguo ingeniero espacial de la NASA, «estas son algunas de las fotos de 70 mm más extrañas que han salido del programa de los transbordadores espaciales». Además, ha apuntado, resulta que los enlaces de las fotografías en la página web de la NASA desaparecieron, lo que ya bastó para que se desatara la imaginación de los conspiracionistas.
Sin embargo, la historia de «Black Knight» se remonta a los últimos estertores del siglo XIX. Se puede decir que es un conjunto de creencias o mitos inconexos vinculados por la existencia de una presencia en la órbita de la Tierra.
El origen podría situarse alrededor de 1899. Por entonces, el famoso inventor serbio-estadounidense Nikola Tesla detectó una señal, de origen desconocido que, especuló, podría venir de otro planeta, aunque bien pudiera ser que fuera una señal terrestre o fruto de algún tipo de fallo de diseño en sus instrumentos.
De hecho, pasarían varias décadas hasta que comenzasen a encontrarse ondas extraterrestres: en los años treinta se detectaron las primeras señales de radio provenientes del exterior y en los sesenta se descubrieron las ondas de los púlsares.
Ecos de larga duración
Pero las especulaciones de Tesla siguieron resonando durante años. En 1928 el ingeniero Jørgen Hals captó por primera vez ecos de larga duración, señales de radio emitidas al cielo que vuelven al emisor pasados unos segundos. En 1973, antes de que se comprendiera este fenómeno, se propuso que estas señales podían ser emitidas por una sonda alienígena.
El investigador Duncan Lunan analizó los ecos estudiados por Hals y especuló que su origen podría estar en una sonda alienígena, de 13.000 años de edad, situada alrededor de la Luna. También sugirió que la sonda podría provenir de la estrella Izar. Después, se retractó de sus conclusiones, y dijo que había cometido «errores de bulto» y que su método había sido «anticientífico».
El autor de ciencia ficción Philip K. Dick, autor de la famosa novela «¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?», habló de «Black Knight» en su novela de 1981 «VALIS».
El año pasado, los astrónomos detectaron a Oumuamua, el primer cometa interestelar, y también por entonces se habló de una nave espacial. Mientras los astrónomos catalogan más y más exoplanetas, y resulta más claro que la Tierra es un mundo entre miles de millones, parece cada vez más difícil que estemos viviendo en una «gasolinera» para naves extraterrestres.