Olivares recibió un disparo en el abdomen que le afectó el hígado y el páncreas. Los médicos le realizaron «cirugías de salvataje», pero Olivares nunca salió del estado crítico en el que se encontraba. Este domingo, sufrió un paro cardíaco del que no pudo ser reanimado.
El ataque contra Olivares y su asesor provocó un gran impacto en Argentina, donde no había registro de un hecho de violencia política semejante desde el regreso a la democracia, en 1983. El presidente Mauricio Macri prometió en un mensaje grabado el jueves que actuaría “hasta las últimas consecuencias” para dar con los atacantes del diputado. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, dijo que la principal hipótesis era un ataque perpetrado «por la mafias que operan en Argentina». La clase política se solidarizó enseguida con el diputado y su familia, pero las alarmas no tardaron en apagarse.
La exhibición pública del vídeo del ataque rápidamente puso en duda los temores oficiales. Las imágenes muestran cómo el diputado Olivares y su acompañante son tiroteados desde un auto estacionado frente al Congreso. Yadón cae muerto y Olivares se tambalea, aún de pie, mientras el asesino, con toda calma, parece decirle alguna cosa, pero no lo remata. Otra persona baja segundos después del auto y se aleja al paso. Cuando llega la policía, el asesino pone en marcha su coche y huye sin apuro. La secuencia, de casi dos minutos, no es la postal de un trabajo de sicarios profesionales.
Unas pocas después del ataque, los rumores del tiroteo se aclararon y apuntaron a una cuestión personal. El principal sospechoso resultó ser un hombre de 42 años llamado Juan Fernández y apodado “el gitano”. Según los investigadores, Fernández tiene una hija de 24 años, casada con alguien de la comunidad gitana, que al parecer mantuvo una relación con Yadón, el verdadero objetivo de ataque frente al Congreso.