“Mamá, la policía”, chillaba cada vez que el ave veía a cualquier uniformado y así el resto del grupo ponía pie en polvorosa, según reporta The Guardian.
Pero tanto va el cántaro a la fuente… que las autoridades decidieron ponerle punto final a sus días como “halcón”, como se le denomina a los vigilantes de los narcos.
El lorito pasará tres meses en rehabilitación para aprender a volar, enjaulado en el zoológico de Teresina, la capital del estado, antes de ser liberado a su hábitat natural. No hay nada como un tiempito “tras las rejas” para enmendar ciertas conductas.
El día de su arresto la policía allanó la morada donde vivía con su dueña, conocida como la India y con antecedentes como narcotraficante, porque vieron a un hombre comprando droga fuera de su casa.
La operación también llevó al arresto de su esposo, identificado como Edvan, de 30 años, quien estaba en posesión de cuatro paquetes de crack.
“Debió haber sido entrenado para esto, cuando la policía se acercó el animal empezó a gritar”, explicó a la prensa local uno de los oficiales involucrados en la detención del ave.
Aunque no ha trascendido el nombre del loro, los brasileños lo han bautizado como el “Papagaio do Tráfico” (loro traficante de drogas).
Un periodista local que pudo ver al ave, tras su “arresto”, aseguró que era super obediente y que se mantenía con el pico firmemente cerrado.
Pero Alexandre Clark, un veterinario local, afirmó que el loro no había cooperado con las autoridades: “Han venido muchos policías y no ha dicho nada”, dijo, luego de examinar su estado de salud.
“Calladito me veo más bonito”, quizás pudo intuir en esa situación. Ni la mafia italiana tiene un mejor ejemplo de cumplimiento de su código de silencio y lealtad, conocido como “omertá”.
Pero este no es el primer caso de animales implicados en el narcotráfico brasileño. La policía dice que es bastante común encontrar alguno entre los grupos criminales.
En el 2008, policías de Río de Janeiro retuvieron a dos cocodrilos en la favela de Corea, los cuales eran supuestamente utilizados para devorar los cuerpos de los traficantes rivales.
Según testigos, los cocodrilos también eran usados para amenazar a los habitantes de la favela y a víctimas de secuestros exprés.
No obstante, en el juicio de los pandilleros acusados por estas prácticas, el padre de uno de ellos rechazó tales acusaciones, alegando que los cocodrilos se habían negado a comerse los cadáveres.
Por suerte, nuestro lorito halcón no pasó a más y dentro de poco formará parte de otra banda, pero con sus semejantes, con la que llenará de algarabía a la selva brasileña.