CARACAS.- Caracas amaneció ayer bajo un intenso control policial y militar, en vísperas de la jura de Nicolás Maduro, una investidura inédita y la más polémica en lo que va del siglo en el continente. El chavismo se desplegó por entero, desde sus fuerzas de choque hasta sus principales dirigentes, para apoyar la investidura de su jefe político, que encabeza en persona la contraofensiva revolucionaria.
Decidido a mantener el pulso al precio que sea, el «hijo de Chávez» lanzó un ultimátum de 48 horas contra los 13 países del Grupo de Lima que han decidido desconocerlo. «El gobierno tomará medidas crudas, urgentes y enérgicas para que rectifiquen su política grosera e intervencionista», advirtió el jefe del Estado, que también amenazó con «medidas radicales» contra la «sedición y el golpe abierto de la Asamblea Nacional».
Sin dar un paso atrás, sino todo lo contrario. «El Cartel de Lima rompe los límites del aguante del gobierno bolivariano. Es inaceptable todo el comunicado, pero especialmente el párrafo 9, porque pretenden modificar los límites marinos del país», precisó el «hijo de Chávez». Venezuela mantiene un diferendo limítrofe con Guyana en la zona del Esequibo, utilizado en esta ocasión para arremeter también contra la oposición y acusarla de menospreciar la soberanía nacional.
«Con sus políticas respaldan a las oligarquías internas, neoliberales, capitalistas. Son una unión proimperialista, se han unido para el mal», concluyó, antes de calificar al presidente Mauricio Macri como «el señor destructor de Argentina» y al presidente chileno Sebastián Piñera como «el pichón de Pinochet». En cambio, al presidente norteamericano, Donald Trump, citado y criticado en incontables ocasiones, no le dedicó ningún apodo ni epíteto, tan habituales en sus discursos.
Al chavismo parece no bastarle con desconocer todas las decisiones del Parlamento, encarcelar a sus diputados, perseguirlos hasta el exilio y asfixiarlos sin sus sueldos. Ahora evalúa la posibilidad de disolverlo por haber apoyado al Grupo de Lima, que exigió que entregue el Poder Ejecutivo a la Asamblea Nacional. También ha ordenado a la Fiscalía y al Supremo que investiguen su «traición a la patria» si no hay marcha atrás en sus aseveraciones.
La narrativa elegida por la revolución en vísperas de la polémica investidura profundiza la «conspiranoia» estrenada por Maduro en 2013, con un añadido nuevo: la soberanía sobre el territorio del Esequibo, en disputa con Guyana. «Han querido convertir mi juramentación en una guerra mundial», clamó Maduro, tras denunciar incluso que un nuevo golpe de Estado «está en marcha». El mandatario cargó con dureza contra los «insolentes gobiernos» a las órdenes de Washington, que les habría mandado «derrocar a Maduro por la vía que sea».
La embestida revolucionaria tampoco arredró a quienes lo enfrentan, tanto fuera como dentro del país. Tras reunirse durante todo el día con sus socios europeos, el gobierno español confirmó que la Unión Europea no enviará ningún representante al acto de hoy. «Se han negado a dialogar, cometen un gravísimo error», se lamentó el líder bolivariano.
En Venezuela también se mantuvo la firmeza. Parlamento, oposición, Iglesia Católica, chavismo disidente, organizaciones civiles, sindicatos y movimiento estudiantil mantuvieron ayer sus acusaciones de «usurpador» e «ilegítimo» contra Maduro pese al hostigamiento que ya se siente desde el poder. «Urge asumir el clamor popular de un cambio, de una concertación para una transición esperada y buscada por la inmensa mayoría», repitió ayer la Conferencia Episcopal contra vientos y mareas revolucionarios.
Las horas previas a la investidura que convertirá a Maduro en presidente de facto transcurrieron entre las habituales expectación e inquietud, mezcladas con la lucha diaria por escalar el «Everest» venezolano que se ha convertido el día a día de los ciudadanos. No importa dónde se viva, incluso si es en las cercanías del Palacio de Miraflores. Vecinos del barrio de la Candelaria protestaron en las calles tras 10 días sin luz ni agua. «Y además pretenden cobrarle al pueblo la reparación de un transformador», denunció el líder social Carlos Julio Rojas.
El presidente boliviano, Evo Morales, adelantó su llegada a Caracas para arropar a su gran aliado, disputando a Anatoly Bibilov, primer mandatario de Osetia del Sur, el privilegio de ser el primer presidente en acudir al llamado revolucionario. La república prorrusa de Osetia del Sur solo es reconocida por un puñado de países en el mundo.
«¿Qué esperar para el 10? La comunidad internacional intensificará su presión y las sanciones se agudizarán, pero su capacidad de acción de cambio es muy limitada. Maduro se juramentará frente a las instituciones que controla. Habrá más presión (oposición) y represión (gobierno)», vaticinó Luis Vicente León, presidente de Datanálisis, quien incluyó una sentencia final: «Y la crisis se agudizará».